Los Roques más allá de sus fascinantes azules
El Archipiélago de Los Roques, es comparado con el Edén y es que lo hace el lugar perfecto para pasar románticas estadías, vacaciones descansadas y llenarse de full energía positiva. Pero resulta que este destino es además el único atolón coralino del Caribe Sur y también resguarda uno de los yacimientos arqueológicos más importantes encontrados en islas venezolanas.
Localizado al norte de Venezuela, a unos 157 km del Litoral Central, está conformado por un conjunto de 42 cayos, más de 300 bancos de arena y coral y dos barreras arrecifales. Los Roques, es un destino que invita al ensueño y a disfrutar de un paisaje de hermosas pinceladas, entre gamas de color azul turquesa y verde esmeralda que visten sus cristalinas aguas.
Los Roques en el mapa
Aparecen en la cartografía de los colonizadores en el año 1529, fue refugio de piratas y se hizo frecuente la llegada de personas atraídas por las perlas, la sal y el mangle.
Se tiene referencia de la llegada de habitantes provenientes de las Antillas Holandesas, Curazao y Aruba, para el año 1886. Parte de su legado fueron los nombres que poseen algunas islas o cayos, como por ejemplo: Francisquí, Krasquí, Madrisquí y Selesquí; el sufijo “quí” es un término inglés “key” que en español significa cayo.
En cuanto al origen del nombre “Los Roques” según el Instituto Nacional de Parques (Inparques) señala que “la acumulación de sedimentos calcáreos provenientes de caracoles, corales y otros residuos marinos, le dio al área el nombre inicial de La Roca, que luego pasó a ser Los Roques”.
Comenzó a poblarse formalmente a principios del siglo XX, principalmente por marinos margariteños que buscaban buena pesca y por guaireños que fueron enviados en cuarentena a la isla como consecuencia de la peste bubónica.
Luego de ser declarado Parque Nacional en 1972 para resguardar su ecosistema una ola de europeos, principalmente italianos, descubrieron este hermoso rincón del mundo donde junto a los lugareños han colaborado en crear de Los Roques, un lugar muy atractivo desde el punto de vista turístico.
También considerado como un paraíso para las prácticas de snorkel, buceo, windsurf y el despliegue de velas de kitesurf que le otorgan ese ambiente dinámico y colorido, a las tranquilas aguas del archipiélago.
Un tesoro arqueológico
Según estudios arqueológicos se confirma la presencia de poblaciones indígenas en este territorio, con el hallazgo de vasijas, figuras antropomorfas y restos de alfarería. Las investigaciones indican que estos aborígenes eran procedentes del Lago de Valencia y visitaban frecuentemente la isla.
Se considera a Cayo Sal como el yacimiento precolombino más antiguo, en este lugar se han hallado calderos, herramientas metálicas, platos de arcilla, restos de botellas, entre otros utensilios.
Sus habitantes se dedicaban a la pesca, la caza de tortugas, recolección de botutos, extracción de sal, y además se cree quemaban las piedras de coral en hornos para producir cal útil y emplearla en la construcción de edificaciones, esto también ocurría en otros cayos como por ejemplo Sebastopol, Gresky y Rancho Inglés.
Para disfrutarlo, hay que cuidarlo
La compleja biodiversidad de Los Roques reúne 92 especies de aves, 84 de camarones, 57 corales, 60 esponjas, 108 de cangrejos y cuatro de las siete especies de tortugas marinas que existen en el mundo.
Para conservar sus magníficos arrecifes de coral es imprescindible conocer su regla de oro: jamás tocarlos. Un pequeño contacto pude significar la muerte de un coral.
Existen además otras riquezas acuáticas que resguardar como el botuto, cuyo consumo es ilegal todo el año y la langosta, solo puede consumirse entre septiembre y abril, porque durante el resto del año se reproduce. Igualmente la pesca con arpón está igualmente prohibida.
El verdadero encanto de Los Roques no es sólo sus blancas y brillantes arenas, su cielo abierto de azul infinito o el lapislázuli del mar que la circunda, sino su virginal naturaleza, la cual será siempre agradecida de ser respetada y amada por cada una de las personas que la visiten.
Por: Carmen Domínguez