El FALSO DILEMA DE LAS REDES SOCIALES
Internet es un territorio donde hay cabida para todo y para todos.
Aunque se trata de un hecho revolucionario y sin precedentes, la explicación es sencilla: publicar Contenidos en Internet no conlleva los tropiezos con los obstáculos que los creadores de Contenidos y la sociedad en general tienen al momento de difundir sus creaciones en medios tradicionales.
Tener un espacio en la Red para publicar cosas, es tan sencillo como abrirse un Blog, un perfil en Redes Sociales, un canal de YouTube o un Tik Tok, algo relativamente fácil, gratuito y permanente. Sin embargo, esa amplitud que la Web da al acceso de todos los actores de la sociedad, no escapa aún del fenómeno de la pretensión de control por parte de unos pocos. Ese poder de control de los Contenidos ha migrado de Hollywood, a Silicon Valley.
Aunque es innegable, no obstante, que el ADN de los nuevos reyes de la sociedad de la información es distinto al de los antiguos poderosos de la Industria Cultural. Hay cierto aire de libertad que atraviesa todo el código genético de las empresas de tecnología, y aquellas que nacieron en el esquema anterior, poco a poco van aprendiendo cómo funciona.
Ahora bien, en ese proceso, y muchas veces con buenas intenciones, a veces se escapan destellos del viejo esquema, y se crean soluciones tecnológicas superficiales a problemas muy complejos, demasiado complejos quizás para las capacidades de los códigos y los robots. Dentro de ese camino al infierno, empedrado de buenas intenciones, está una piedra que hoy en día es la causante de dolores de cabeza de mucha gente que se dedica de manera profesional al mundo digital: Los algoritmos de filtrado de Contenido.
No voy a hablar acá de ninguna estrategia de SEO ni de trucos para posicionar Contenidos en las redes del primo Mark, mi preocupación sobre estos algoritmos radica en su poder determinante sobre el consumo en Internet. Bien han explicado los creadores de estas herramientas que sus intenciones no son otras que dar a la gente el mejor Contenido posible adaptado a sus gustos e intereses, pero ¿acaso no es ese el mismo argumento de la industria televisiva cuando afirma que “hay que satisfacer a la audiencia”?
Más allá de las tácticas que los programadores Web y Community Managers deben ejecutar para adaptarse a estos algoritmos.
Lo cierto es que como usuarios terminamos consumiendo una parte muy pequeña de toda la información disponible en estas plataformas.
Existe, por ejemplo, una Web oculta representa un porcentaje mayoritario del total de información existente en Internet, eso quiere decir que en Google solo encontramos una pequeña parte de la red. Claro está, esa Web oculta se esconde adrede de los motores de búsqueda.
Pero ¿cuánto se muestra de ese pequeño porcentaje en la primera página de resultados de búsqueda de Google?, ¿Cuánta información terminamos consumiendo de toda la que se publica en Facebook que hemos aceptado ver antes? Es probable que hayan notado como algunas páginas e incluso algunos amigos han desaparecido por completo del feed de nuestros perfiles. Y la pregunta que más preocupa ¿Dónde queda el espacio para encontrar información nueva?
The Social [false] dilemma
En Netflix estuvo hace poco en los Contenidos más vistos el documental titulado The Social Dilemma. En este documental, aunque se refleja más o menos lo que estoy describiendo acá desde la boca de ex empleados de las más importantes empresas de tecnología e información actual, su enfoque resulta bastante alarmista y negativo.
Sí, es cierto que los algoritmos pretenden imponer la subjetividad como proceso de selección, pero la desinformación no es una característica nueva ni exclusiva de Internet. No es que las Redes Sociales nos trajeron a ese dilema, en realidad, en la era de los medios masivos de Comunicación la influencia se dictaminaba de manera vertical, de arriba hacia abajo y sin ninguna opción de escapar de ello. Nos teníamos que resignar a ser sujetos pasivos, sentados en el sofá de la sala consumiendo el Contenido creado por una minoría con acceso a los medios.
Los noticieros mostraban a los mismos expertos y opinadores, los Contenidos de entretenimiento te mostraban a los mismos actores, directores y bajo la tutela de los mismos productores. Todos ellos bajo el manto de un financiamiento que posiblemente provenía de la misma fuente, una fuente de dinero con intereses económicos, sociales y personales muy particulares.
Hoy en día todos tenemos acceso, no solo como espectadores, sino como creadores de Contenido.
No importa que nuestra audiencia sea grande o pequeña, todos tenemos la misma oportunidad porque tenemos acceso a diversas herramientas que nos permiten ir más allá de nuestro talento y capacidades. Miles de horas de video, miles de posts y notas escritas se suben a la Web cada minuto. Todas ellas disponibles… pero muchas solo se ven más allá de la primera página de resultados de Google. La decisión es nuestra y parte de comenzar a explorar más allá. No es un túnel sin salida como lo describe el documental The Social Dilemma, la solución está en nuestras manos.
La oportunidad es de oro (¿o de “bitcoin”?)
Las personas que quizás tenemos la oportunidad de ejercer alguna influencia sobre otros (incluyendo profesores, maestros, padres y representantes) podemos comenzar a educar a los internautas. Hay que poner de moda el explorar más allá de los límites de nuestra subjetividad, impulsar a los más jóvenes a entender la otredad como una oportunidad de crecimiento, a discriminar el dato valioso del “fake new”, a blindarnos contra el determinismo del algoritmo.
No es solo responsabilidad de los programadores de los “Rank”, nosotros mismos de manera orgánica en muchas ocasiones nos fabricamos una interfaz diseñada a nuestra imagen y semejanza. Cada que vez que bloqueamos a alguien en Twitter, por ejemplo, nos vamos creando un Time Line adaptado a nuestros esquemas de pensamiento, borrando por completo cualquier posibilidad de cuestionamiento a nuestro universo pragmático.
Sea como sea, estos algoritmos que nos determinan la vida digital pueden saltarse.
Si somos inteligentes. Si aceptamos el debate de ideas y no bloqueamos al que piensa distinto, si comenzamos a explorar más allá de la primera página de resultados de Google, o si vamos y rescatamos todas esas páginas que ya no vemos en Facebook, poco a poco comenzaremos a conseguir una Internet mucho más diversa e interesante.
Comenzaremos a enseñarle a los robots de la Web que hay información que nos interesa y que ellos no habían considerado, y tal vez, comencemos a hacer que el cuestionamiento se lo hagan los desarrolladores de Silicon Valley, cuando vean que no solo queremos una Web “personalizada”, sino que deseamos explorar todo ese potencial de Web visible. Es posible usar los algoritmos a nuestro favor con su propio mecanismo, comencemos a introducir otros criterios de búsqueda, comencemos a seguir y consumir Contenido con el que no estamos de acuerdo.
De esta forma, nuestro TL se convertirá en una fuente diversa de información que nos ayudará a generar pensamiento crítico en medio de tanta intención de determinismo.
Yimmi Castillo
Agencia Flow Creativo
CEO. Director Estratégico
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